
21 Feb ¿A dónde vas, Cataluña?
Ésa es la pregunta que me hago, porque creo que en estos momentos su futuro es, como mínimo, incierto. Supongo que es lo que se preguntan todos los catalanes y la mayoría de españoles. Aunque mi preocupación es relativa, ya que parece ser que todo va a quedarse en un querer y no poder. Y lo de querer lo digo por la élite política catalana, ya que dudo que sus gentes, una vez reflexionado sosegadamente, quieran de verdad la independencia y sus consecuencias, por mucho que algunos entendidos se manifiesten a favor. Luego, quienes lo sufrimos somos los ciudadanos de a pie, esa lección ya nos la sabemos.
Pero vamos a entrar en el fondo. ¿Puede un pueblo decidir libremente su futuro? Rotundamente, sí. Decir lo contrario sería mentir. Al final los pueblos, entendiéndose sus gentes, mediante la reivindicación constante, siempre deciden. Estamos viendo lo que sucede estos días en Ucrania. Si persisten, estoy convencido que derrocarán al presidente. Después, los resultados que de las protestas se deriven, podrán ser mejores o peores, pero me refiero a que los pueblos suelen elegir su futuro tarde o temprano.
Eso está claro, lo que no veo tan evidente es que una elite política se reúna y decida que un pueblo es el territorio sobre el que ellos ejercen las funciones que le son encomendadas por una norma superior. Es decir, entramos a valorar qué es el pueblo, y cuáles son sus dimensiones, dónde empieza y dónde termina. Ese es el gran error. Si lo que cuenta es la lengua, el pueblo catalán no termina en la costa. Si lo que cuenta son los sentimientos, no todos los catalanes quieren independizarse y puede que algún menorquín, ibicenco, o extremeño quiera la independencia de las tierras catalanas, por razones afectivas o cualesquiera otras. Si lo que cuenta es donde te empadronas, parece que tal criterio puede servir para beneficiarte del descuento de residente pero no para la independencia de un país. Por lo tanto, desde el momento en que alguien decide qué territorio decide y cuál no, se está cometiendo un grave error, de apreciación al menos.
¿Y éste error invalida el proceso? Desde luego. Pero no por no ser lícito. Todo el mundo puede emitir sus opiniones de la forma que considere más adecuada, lo que no puede, en ningún caso, vincular a los demás si no se ha contado con la opinión de a quién va a afectar. Y no se está contando con la opinión del resto de españoles, o al menos no se ha propuesto de manera formal.
Para finalizar, quiero decir que espero y deseo que la idea de la independencia de Cataluña no sea más que una ensoñación de algunos, alentada por los aires de grandeza de otros. Y no por negar una aspiración que puede ser legítima, sino porque de verdad deseo formar parte de un país en el que esté Cataluña.
Manu Marquès – Ciutadella